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27 Cards in this Set
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ascóndense de mio Çid, cal non osan dezir nada.
El Campeador adeliñó a su posada; así commo llegó a la puorta, fallóla bien çerrada, |
Cantar del mío Cid; la Gesta del mío Cid.
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e aun demás los cuerpos e las almas.
Grande duelo avien las yentes cristianas; ascóndense de _________ cal non osan dezir nada. El Campeador adeliñó a su posada; así commo llegó a la puorta, fallóla bien çerrada, |
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El Enamorado y la Muerte
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Un sueño soñaba anoche,
soñito del alma mía, soñaba con mis amores que en mis brazos los tenía. Vi entrar señora tan blanca, muy más que la nieve fría. —“¿Por dónde has entrado, amor? ¿Cómo has entrado, mi vida? Las puertas están cerradas, ventanas y celosías.” —“No soy el amor, amante: la Muerte que Dios te envía.” —“¡Ay, Muerte tan rigurosa, déjame vivir un día!” —“Un día no puede ser, una hora tienes de vida.” Muy de prisa se calzaba, más de prisa se vestía; ya se va para la calle, en donde su amor vivía. —“Ábreme la puerta, Blanca, ábreme la puerta, niña.” —“¿Cómo te podré yo abrir si la ocasión no es venida? Mi padre no fue al palacio, mi madre no está dormida.” —“Si no me abres esta noche, ya no me abrirás, querida; la Muerte me está buscando, junto a ti vida sería.” —“Vete bajo la ventana donde labraba y cosía, te echaré cordón de seda para que subas arriba, y si el cordón no alcanzare mis trenzas añadiría.” La fina seda se rompe; la Muerte que allí venía: —“Vamos, el enamorado, que la hora ya está cumplida.” |
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Poderoso caballero es don Dinero
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Francisco de Quevedo
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Madre, yo al oro me humillo,
él es mi amante y mi amado, pues de puro enamorado de continuo anda amarillo que pues, doblón o sencillo |
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La capilla aldeana (fragmento)
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Vicente Huidobro
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ave canta suave que tu canto encanta sobre el campo inerte sones vierte y oraciones llora. Desde la cruz santa el trifuno del sol canta y bajoel palio azul del cielo deshoja tus cantares sobre el suelo.
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Soneto I
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Garcilaso de la Vega
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Cuando me paro a contemplar mi estado
y a ver los pasos por donde he venido, me espanto de que un hombre tan perdido a conocer su error haya llegado. Cuando miro los años que he pasado, la divina razón puesta en olvido, conozco que piedad del cielo ha sido no haberme en tanto mal precipitado. Entré por laberinto tan extraño, fiando al débil hilo de la vida el tarde conocido desengaño; mas de tu luz mi escuridad vencida, el monstruo muerto de mi ciego engaño, vuelve a la patria la razón perdida. |
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Soneto XXIII
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Garcilaso de la Vega
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En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto, y que vuestro mirar ardiente, honesto, enciende el corazón y lo refrena; y en tanto que el cabello, que en la vena del oro se escogió, con vuelo presto, por el hermoso cuello blanco, enhiesto, el viento mueve, esparce y desordena; coged de vuestra alegre primavera el dulce fruto, antes que el tiempo airado cubra de nieve la hermosa cumbre. Marchitará la rosa el viento helado. Todo lo mudará la edad ligera por no hacer mudanza su costumbre. |
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Al partir
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Gertrudis Gómez de Avellaneda
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¡Perla del mar! ¡Estrella de Occidente!
¡Hermosa Cuba! Tu brillante cielo la noche cubre con su opaco velo como cubre el dolor mi triste frente. ¡Voy a partir!... La chusma diligente, para arrancarme del nativo suelo las velas iza y, pronta a su desvelo, la brisa acude de tu zona ardiente. ¡Adiós, patria feliz, edén querido! ¡Doquier que el hado en su furor me impela, tu dulce nombre halagará mi oído! ¡Adiós!... Ya cruje la turgente vela... El ancla se alza... El buque, estremecido, las olas corta y silencioso vuela. |
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Rima VII
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Gustavo Adolfo Bécquer
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Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueño tal vez olvidada, silenciosa y cubierta de polvo veíase el arpa. ¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas como el pájaro duerme en la rama esperando la mano de nieve que sabe arrancarlas! ¡Ay! -pensé-, ¡Cuántas veces el genio así duerme en el fondo del alma, y una voz, como Lázaro, espera que le diga: “Levántate y anda”! |
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Rima XXIV
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Gustavo Adolfo Bécquer
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Dos rojas lenguas de fuego
que a un mismo tronco enlazadas se aproximan, y al besarse forman una sola llama. Dos notas que del laúd a un tiempo la mano arranca, y en el espacio se encuentran y armoniosas se abrazan. Dos olas que vienen juntas a morir sobre una playa y que al romper se coronan con un penacho de plata. Dos jirones de vapor que del lago se levantan, y al reunirse en el cielo forman una nube blanca. Dos ideas que al par brotan, dos besos que a un tiempo estallan, dos ecos que se confunden, eso son nuestras dos almas. |
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Rima XLI
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Gustavo Adolfo Bécquer
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Tú eras el huracán y yo la alta
torre que desafía su poder: ¡tenías que estrellarte o que abatirme!... ¡No pudo ser! Tú eras el océano y yo la enhiesta roca que firme aguarda su vaivén: ¡tenías que romperte o que arrancarme!... ¡No pudo ser! Hermosa tú, yo altivo: acostumbrad os uno a arrollar, el otro a no ceder; la senda estrecha, inevitable el choque... ¡No pudo ser! |
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Canción del pirata
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José de Espronceda
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que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi unica patria, la mar
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Si ves un monte de espumas
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José Martí
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Si ves un monte de espumas,
Es mi verso lo que ves: Mi verso es un monte, y es Un abanico de plumas. Mi verso es como un puñal Que por el puño echa flor: Mi verso es un surtidor Que da un agua de coral. Mi verso es de un verde claro Y de un carmín encendido: Mi verso es un ciervo herido Que busca en el monte amparo. Mi verso al valiente agrada: Mi verso, breve y sincero, Es del vigor del acero Con que se funde la espada. |
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Dos patrias
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José Martí
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Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche.
¿O son una las dos? No bien retira su majestad el sol, con largos velos y un clavel en la mano, silenciosa Cuba cual viuda triste me aparece. ¡Yo sé cuál es ese clavel sangriento que en la mano tiembla! Está vacío mi pecho, destrozado está y vacío en donde estaba el corazón. Ya es hora de empezar a morir. La noche es buena para decir adiós. La luz estorba y la palabra humana. El universo habla mejor que el hombre. Cual bandera que invita a batallar, la llama roja de la vela flamea. Las ventanas abro, ya estrecho en mí. Muda, rompiendo las hojas del clavel, como una nube que enturbia el cielo, Cuba, viuda, pasa... |
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Soneto CXCI
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Lope de Vega
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Es la mujer del hombre lo más bueno,
y locura decir que lo más malo, su vida suele ser y su regalo, su muerte suele ser y su veneno. Cielo a los ojos cándido y sereno, que muchas veces al infierno igualo, por raro al mundo su valor señalo por falso al hombre su rigor condeno. Ella nos da su sangre, ella nos cría, no ha hecho el cielo cosa más ingrata; es un ángel, y a veces una arpía. Quiere, aborrece, trata bien, maltrata, y es la mujer, al fin, como sangría, que a veces da salud y a veces mata. |
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Un soneto me manda hacer Violante
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Lope de Vega
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Un soneto me manda hacer Violante,
que en mi vida me he visto en tanto aprieto; catorce versos dicen que es soneto, burla burlando van los tres delante. Yo pensé que no hallara consonante y estoy a la mitad de otro cuarteto, mas si me veo en el primer terceto, no hay cosa en los cuartetos que me espante. Por el primer terceto voy entrando, y parece que entré con pie derecho pues fin con este verso le voy dando. Ya estoy en el segundo y aun sospecho que voy los trece versos acabando: contad si son catorce y está hecho. |
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Soneto CLXVI
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Luis De Góngora y Argote
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Mientras por competir con tu cabello,
oro bruñido al sol relumbra en vano; mientras con menosprecio en medio el llano mira tu blanca frente el lilio bello; mientras a cada labio, por cogello. siguen más ojos que al clavel temprano; y mientras triunfa con desdén lozano del luciente cristal tu gentil cuello: goza cuello, cabello, labio y frente, antes que lo que fue en tu edad dorada oro, lilio, clavel, cristal luciente, no sólo en plata o vïola troncada se vuelva, mas tú y ello juntamente en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada. |
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Danza negra
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Luis Pales Matos
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Calabó y bambú.
Bambú y calabó El Gran Cocoroco dice: tu-cu-tú. La Gran Cocoroca dice: to-co-tó. Es el sol de hierro que arde en Tombuctú. Es la danza negra de Fernanco Póo. El cerdo en el fango gruñe: pru-pru-prú. El sapo en la charca sueña: cro-cro-cró. Calabó y bambú. Bambú y calabó. Rompen los junjunes en furiosa ú. Los congos trepidan con profundo ó. Es la raza negra que ondulando va en el ritmo gordo del marinyandá. Llegan los botucos a la fiesta ya. Danza que te danza la negra se da. Calabó y bambú. Bambú y calabó El Gran Cocoroco dice: tu-cu-tú. La Gran Cocoroca dice: to-co-tó. Pasan tierras rojas, islas de betún: Haití, Martinica, Congo, Camerún; Las papiamentosas antillas del ron Y las patualesas islas del volcán, Que en el grave son Del canto se dan. Calabó y bambú. Bambú y calabó Es el sol de hierro que arde en Tombuctú. Es la danza negra de Fernanco Póo. El alma africana que vibrando está En el ritmo gordo del mariyandá. Calabó y bambú. Bambú y calabó El Gran Cocoroco dice: tu-cu-tú. La Gran Cocoroca dice: to-co-tó. |
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Mujer negra
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Nancy Morejón
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Todavía huelo la espuma del mar que me hicieron atravesar.
La noche, no puedo recordarla. Ni el mismo océano podría recordarla. Pero no olvido el primer alcatraz que divisé. Altas, las nubes, como inocentes testigos presenciales. Acaso no he olvidado ni mi costa perdida, ni mi lengua ancestral Me dejaron aquí y aquí he vivido. Y porque trabajé como una bestia, aquí volví a nacer. A cuanta epopeya mandinga intenté recurrir. Me rebelé. Su Merced me compró en una plaza. Bordé la casaca de su Merced y un hijo macho le parí. Mi hijo no tuvo nombre. Y su Merced murió a manos de un impecable lord inglés. Anduve. Esta es la tierra donde padecí bocabajos y azotes. Bogué a lo largo de todos sus ríos. Bajo su sol sembré, recolecté y las cosechas no comí. Por casa tuve un barracón. Yo misma traje piedras para edificarlo, pero canté al natural compás de los pájaros nacionales. Me sublevé. En esta tierra toqué la sangre húmeda y los huesos podridos de muchos otros, traídos a ella, o no, igual que yo. Ya nunca más imaginé el camin a Guinea. ¿Era a Guinea? ¿A Benín? ¿Era a Madagascar? ¿O a Cabo Verde? Trabajé mucho más. Fundé mejor mi canto milenario y mi esperanza. Aquí construí mi mundo. Me fui al monte. Mi real independencia fue el palenque y cabalgué entre las tropas de Maceo. Sólo un siglo más tarde, junto a mis descendientes, desde una azul montaña. Bajé de la Sierra Para acabar con capitales y usureros, con generales y burgueses. Ahora soy: sólo hoy tenemos y creamos. Nada nos es ajeno. Nuestra la tierra. Nuestros el mar y el cielo. Nuestras la magia y la quimera. Iguales míos, aquí los veo bailar alrededor del árbol que plantamos para el comunismo. Su pródiga madera ya resuena. |
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El abuelo
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Nicolás Guillén
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Esta mujer angélica de ojos septentrionales,
que vive atenta al ritmo de su sangre europea, ignora que lo hondo de ese ritmo golpea un negro al parche duro de roncos atabales. Bajo la línea escueta de su nariz aguda, la boca, en fino trazo, traza una raya breve, y no hay cuervo que manche la solitaria nieve de su carne, que fulge temblorosa y desnuda. ¡Ah, mi señora! Mírate las venas misteriosas; boga en el agua viva que allá dentro te fluye, y ve pasando lirios, nelumbios, lotos, rosas; que ya verás, inquieta, junto a la fresca orilla la dulce sombra oscura del abuelo que huye, el que rizó por siempre tu cabeza amarilla. |
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No sé por qué piensas tú
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Nicolás Guillén
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No sé por qué piensas tú,
soldado, que te odio yo, si somos la misma cosa yo, tú. Tú eres pobre, lo soy yo; soy de abajo, lo eres tú; ¿de dónde has sacado tú, soldado, que te odio yo? Me duele que a veces tú te olvides de quién soy yo; caramba, si yo soy tú, lo mismo que tú eres yo. Pero no por eso yo he de malquererte, tú; si somos la misma cosa, yo, tú, no sé por qué piensas tú, soldado, que te odio yo. Ya nos veremos yo y tú, juntos en la misma calle, hombro con hombro, tú y yo, sin odios ni yo ni tú, pero sabiendo tú y yo, a dónde vamos yo y tú… ¡ no sé por qué piensas tú, soldado, que te odio yo! |
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Arte poético
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Vicente Huidobro
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Que el verso sea como una llave
Que abra mil puertas. Una hoja cae; algo pasa volando; Cuanto miren los ojos creado sea, Y el alma del oyente quede temblando. Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra; El adjetivo, cuando no da vida, mata. Estamos en el ciclo de los nervios. El músculo cuelga, Como recuerdo, en los museos; Mas no por eso tenemos menos fuerza: El vigor verdadero Reside en la cabeza. Por qué cantáis la rosa, !oh, Poetas! Hacedla florecer en el poema; Sólo para nosotros Viven todas las cosas bajo el Sol El Poeta es un pequeño Dios. |
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Sensymayá canto para matar a una culebra
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Nicolás Guillén
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¡Mayombe--bombe--mayombé!
¡Mayombe—bombe--mayombé! ¡Mayombe--bombe--mayombé! La culebra tiene los ojos de vidrio; la culebra viene y se enreda en un palo; con sus ojos de vidrio, en un pato, con sus ojos de vidrio. La culebra camina sin patas; la culebra se esconde en la yerba; caminando se esconde en la yerba, caminando sin patas. ¡Mayombe—bombe--mayombé! ¡Mayombe--bombe--mayombé! ¡Mayombe—bombe--mayombé! Tú le das con el hacha, y se muere: ¡dale ya! ¡No le des con el pie, que te muerde, no le des con el pie, que se va! Sensemayá, la culebra, sensemayá. Sensemayá, con sus ojos, sensemayá. Sensemayá, con su lengua, sensemayá. Sensemayá, con su boca, sensemayá ... ¡La culebra muerta no puede comer; la culebra muerta no puede silbar; no puede caminar, no puede correr! ¡La culebra muerta no puede mirar; la culebra muerta no puede beber; no puede respirar, no puede morder! ¡Mayombe—bombe--mayombé! Sensemayá, la culebra… ¡Mayombe--bombe--mayombé! Sensemayá, no se mueve… ¡Mayombe—bombe--mayombé! Sensemayaá, la culebra… ¡Mayombe—bombe--mayombé! Sensemayá, se murió! |
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Cifra
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Octavio Paz
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calmo
como cifra como calma como cero como... |
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Verbo
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Pablo Neruda
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Voy a arrugar esta palabra,
voy a torcerla , sí, es demasiado lisa (1), es como si un gran perro o un gran río le hubiera repasado lengua o agua durante muchos años. Quiero que en la palabra se vea la aspereza, la sal ferruginosa (2) la fuerza desdentada (3) de la tierra, la sangre de los que hablaron y de los que no hablaron. Quiero ver la sed adentro de las sílabas: quiero tocar el fuego en el sonido: quiero sentir la oscuridad del grito. Quiero palabras ásperas como piedras vírgenes. |
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Canción de otoño en primavera
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Rubén Darío
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Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver! Cuando quiero llorar, no lloro... y a veces lloro sin querer... Plural ha sido la celeste historia de mi corazón. Era una dulce niña, en este mundo de duelo y de aflicción. Miraba como el alba pura; sonreía como una flor. Era su cabellera obscura hecha de noche y de dolor. Yo era tímido como un niño. Ella, naturalmente, fue, para mi amor hecho de armiño, Herodías y Salomé... Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver! Cuando quiero llorar, no lloro... y a veces lloro sin querer... Y más consoladora y más halagadora y expresiva, la otra fue más sensitiva cual no pensé encontrar jamás. Pues a su continua ternura una pasión violenta unía. En un peplo de gasa pura una bacante se envolvía... En sus brazos tomó mi ensueño y lo arrulló como a un bebé... Y te mató, triste y pequeño, falto de luz, falto de fe... Juventud, divino tesoro, ¡te fuiste para no volver! Cuando quiero llorar, no lloro... y a veces lloro sin querer... Otra juzgó que era mi boca el estuche de su pasión; y que me roería, loca, con sus dientes el corazón. Poniendo en un amor de exceso la mira de su voluntad, mientras eran abrazo y beso síntesis de la eternidad; y de nuestra carne ligera imaginar siempre un Edén, sin pensar que la Primavera y la carne acaban también... Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver! Cuando quiero llorar, no lloro... y a veces lloro sin querer. ¡Y las demás! En tantos climas, en tantas tierras siempre son, si no pretextos de mis rimas fantasmas de mi corazón. En vano busqué a la princesa que estaba triste de esperar. La vida es dura. Amarga y pesa. ¡Ya no hay princesa que cantar! Mas a pesar del tiempo terco, mi sed de amor no tiene fin; con el cabello gris, me acerco a los rosales del jardín... Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver! Cuando quiero llorar, no lloro... y a veces lloro sin querer... ¡Mas es mía el Alba de oro! |
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El cisne
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Rubén Darío
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Thor
Argantir Si antes la blanca helena del huevo azul de Leda broto de gracia llena siendo de la hermosura la princesa inmortal, bajo tus blancas alas la nueva poesia concibe en una gloria de luz y de armonia la helena eterna y pura que encarna el ideal |
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Este, que ves, engaño colorido
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Sor Juana de la Cruz
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Este que ves, engaño colorido,
que, del arte ostentando los primores, con falsos silogismos de colores es cauteloso engaño del sentido; éste, en quien la lisonja ha pretendido 5 excusar de los años los horrores, y venciendo del tiempo los rigores triunfar de la vejez y del olvido, es un vano artificio del cuidado, es una flor al viento delicada, 10 es un resguardo inútil para el hado: es una necia diligencia errada, es un afán caduco y, bien mirado, es cadáver, es polvo, es sombra, es nada. |